QUIENES SOMOS                                                 


La Iglesia Metodista se reconoce como un movimiento de renovación espiritual que nace en la Europa de la Revolución Industrial, llevando el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo a todos los que sufren. Los metodistas somos una iglesia cristiana formada por personas que sinceramente creen en Jesucristo y lo siguen. Somos cristianos evangélicos, herederos de la Reforma protestante del siglo XVI. La Iglesia Evangélica Metodista está presente en 96 países del mundo. Se establece en Buenos Aires con la llegada de los primeros misioneros en 1836 y desde entonces se expandió por nuestro país. Sus templos, escuelas, hogares estudiantiles, instituciones de servicio y de educación superior están diseminados en catorce provincias de nuestro territorio y en la ciudad de Buenos Aires.
 
Nuestro Fundador

Juan Wesley
Juan Wesley, teólogo, educador y pastor, es figura central dentro del protestantismo inglés del siglo 18. Su vida y obra como académico de la Universidad de Oxford, así como su auténtico espíritu cristiano como reformador social en los inicios de la Revolución Industrial, siguen siendo de inspiración a lo largo de los siglos. El fundador del metodismo se preocupaba por las almas, pero también por las necesidades materiales de la gente que deseaba alcanzar con el evangelio de Cristo. Uno de sus temas favoritos era la necesidad de acordarse de los pobres. No vivía de espaldas a la sociedad de su tiempo, sino inmerso en ella. Juan Wesley, una de las personas más prominentes en la historia del movimiento evangélico, supo combinar, en su estilo de vida y en su ministerio, las dimensiones personales y sociales del evangelio. Nació el diecisiete de junio de 1703, en Epworth, Inglaterra, el decimoquinto de diecinueve hijos de Samuel y Susana Wesley. El padre de Wesley era predicador, y la madre era una mujer notable en cuanto a sabiduría e inteligencia. Era una mujer de profunda piedad y crió a sus pequeños en estrecho contacto con las historias de la Biblia, contándolas ya alrededor del hogar de la habitación de los niños. El joven Wesley fue líder en Oxford, y durante la última parte de su estancia allí fue uno de los fundadores del "Santo Club," una organización de estudiantes. Su naturaleza religiosa se profundizó con el estudio y la experiencia, pero no fue hasta años después de dejar la universidad y entrar bajo la influencia de los escritos de Lutero que sintió haber entrado en las plenas riquezas del Evangelio. Él y su hermano Carlos fueron enviados a Georgia por la Sociedad para la Propagación del Evangelio, y allí los dos desarrollaron sus capacidades como predicadores. Durante su navegación se encontraron en compañía de varios Hermanos Moravos, miembros de la asociación recientemente renovada por la actividad del Conde Zinzendorf. Juan Wesley observó en su diario que en una gran tempestad, cuando todos los ingleses a bordo perdieron enteramente la compostura, estos alemanes lo impresionaron con su calma y total fe en Dios. También observó la humildad de ellos bajo tratos insultantes. Fue al volver a Inglaterra que entró en aquellas más profundas experiencias y se desarrolló como predicador popular, convirtiéndose en un líder nacional. En aquel tiempo se asoció asimismo con George Whitefield, de fama imperecedera por su maravillosa elocuencia. Lo que llevó a cabo bordea en lo increíble. Al entrar en su año octogésimo quinto, le dio las gracias a Dios por ser casi tan vigoroso como siempre. Lo adscribía en la voluntad de Dios, al hecho dc que siempre había dormido profundamente a que se había levantado durante sesenta años a las cuatro de la mañana y que por cincuenta años predicó cada mañana a las cinco. Apenas en su vida sintió algún dolor, resquemor o ansiedad. Predicaba dos veces al día, y a menudo tres y cuatro veces. Se ha estimado que cada año viajó cuatro mil quinientas millas inglesas, la mayoría a lomo de caballos. A él le fue concedido avivar la Iglesia de Inglaterra cuando había perdido de vista a Cristo el Redentor, llevándola a una renovada vida cristiana. Sus infatigables esfuerzos se hicieron sentir no sólo en Inglaterra, sino también en América y en la Europa continental. Murió en 1791, después de una larga vida de incesantes labores y de desprendido servicio. Su ferviente espíritu y cordial hermandad siguen sobreviviendo en el cuerpo que mantiene afectuosamente su nombre.